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Higehiro: un desastre que roza la ilegalidad

 


Higehiro es uno de los más grandes desastres del 2021, un año que tuvo varias decepciones como la segunda temporada de Yokuso no Neverland o Wonder Egg Priority.

Pero mientras que las demás series pueden darse el lujo de echarle la culpa a problemas internos en su producción, con Higehiro el desastre viene desde su planteamiento original: ¿Quién puede llegar a suponer que secuestrar a una menor es algo para glorificar?

No hay vueltas que darle, pese a que luego el autor buscó medio lavarse las manos en Twitter afirmando que condena este acto y que nunca fue el objetivo de la obra, eso es algo que contradice con lo que se ven el desarrollo de la trama.

Pero mejor vamos por partes y comencemos por el inicio: la historia de Higehiro busca contar de la forma más simple y directa posible la fantasía de cualquier adulto japonés promedio: vivir en un pequeño apartamento con una adolescente calenturienta que te hace la cena y los demás quehaceres domésticos.

Aunque parezca increíble, es un tropo bastante común en el manga y las novelas ligeras, pero por lo menos en la mayoría de los casos buscan una excusa para que la situación no sea tan creepy: que en realidad la chica sea una fantasma/diosa/robot que tiene por misión ayudar al protagonista, que por X causa el gobierno o los demás familiares los obliguen, etc.

En Hige wo Soru. Soshite Joshi Kōsei wo Hirou (el nombre completo) la trama presenta una situación más terrenal y tristemente real: La de hombres solos que permiten a chicas muy jovencitas que escapan de sus casas vivir con ellos a cambio de “ciertos favores”.

De esta forma, Yoshida -el protagonista de la historia-, permite que Sayu, una adolescente que se escapó de su casa, se quede en su pequeño departamento el tiempo que quiera.

Y es en este punto que la historia pierde todo sentido: si bien dan a entender que el protagonista nunca llegará a tocar o hacerle nada malo a Sayo, glorifica exageradamente su accionar como si fuera la solución humana y objetivamente correcta ante un problema bastante serio y real.

En ningún momento algún personaje llega a juzgar a Yoshida por su accionar, al contrario, muchas veces lo llegan a ver como un protohombre perfecto que está por encima de los demás al ser el único que realmente entiende a la indefensa protagonista femenina.

La cosa empeora cuando el tipo se las da de “proteger a Sayu”, cuando en ningún momento llega a preguntarle qué es lo que motivó que escapara de su casa en primer lugar.

Es imposible creer que nadie le pare el carro y le diga genuinamente: “che, vos no tenés realmente ninguna preparación psicológica o profesional para solucionar este problema que roza la ilegalidad”. Ni hablar que le sugieran ir con la policía o con un Juzgado de menores.

Nuevamente, el problema de esta serie es el pésimo mensaje que deja al espectador: está bien quedarse con una menor que escapa de su casa siempre y cuando no la toqués.

Puede parecer exagerado, pero en un país como Japón donde este tipo de casos son moneda corriente es bastante chocante. La serie en ningún momento critica o juzga este tipo de accionar, al contrario la romantiza de un modo bastante enfermizo.

A nivel narrativo podemos decir que el tratamiento de los sucesos es mucho peor: todo funciona porque debe funcionar. A Yoshida todo le sale bien porque sí: todos lo alaban por lo que está haciendo y los “malos”, son malos porque sí.

Sayu al final nunca tuvo la culpa de nada sino que fue víctima de “gente mala” y por eso estuvo bien que escapara de su casa. Yoshida es un héroe porque fue el único que logró entenderla y no juzgarla.

Entre un mar de propuestas románticas, es preferible evitar Higehiro porque entre que no aporta nada realmente novedoso, tampoco ofrece una historia con la que uno pueda llegar a empatizar.



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